miércoles, 13 de julio de 2011

José Maria Arguedas - Los Rios Profundos (fragmento)


"Ya debía amanecer. Habíamos llegado a la región de los lambras, de los molles y de los árboles de tara. Bruscamente, del abra en que nace el torrente, salió una luz que nos iluminó por la espalda. Era una estrella más luminosa y helada que la luna. Cuando cayó la luz en la quebrada, las hojas de los lambras brillaron como la nieve; los árboles y las yerbas parecían témpanos rígidos; el aire mismo adquirió una especie de sólida transparencia. Mi corazón latía como denttro de una cavidad luminosa. Con luz desconocida, la estrella sguió creciendo; el camino de tierra blanca ya no era visible sino a lo lejos. Corrí hasta llegar junto a mi padre; él tenía el rostro agachado; su cabello negro tambien tenía brillo, y su sombra caminaba como una mancha semioscura. Era como si hubieramos entrado en un campo de agua que reflejara el brillo de un mundo nevado. ´Lucero grande, werak´ocha, lucero grande!. Llamándonos, nos alcanzó el peón; sentía la misma exaltación ante esa luz repentina".

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