martes, 25 de agosto de 2009
El Amor lo puede todo por el Maestro Adama
Hemos publicado muchos mensajes maravillosos del Maestro ADAMA. Adama es el Sumo Sacerdote, el líder espiritual de la sagrada ciudad lemuriana de la Luz denominada Telos, situada bajo el monte Shasta, en California. En Telos, es el jefe del Consejo Lemuriano de la Luz, así como embajador y diplomático de los contactos galácticos con nuestros Hermanos y Hermanas Estelares, en nombre de la humanidad del interior y de la superficie del globo.
Adama junto con su equipo lemuriano se encargan también de la creación y el mantenimiento de una rejilla cristalina muy importante que rodea este planeta. Está trabajando con numerosos miembros de diversos seres galácticos e interplanetarios en este importante proyecto.
Adama es un maestro ascendido de rayo azul de nivel universal, un maestro del Amor y la Compasión, que presta su ayuda a la humanidad y al planeta en el proyecto de ascensión. Telos se ha convertido ahora en el principal cuartel de este planeta para la ascensión, y Adama es uno de los principales líderes, junto con el cristo planetario, Lord Maitreya, Lord Sananda, Lord Buda, Sanat Kumara y tantos otros.
Adama encarna el “Corazón de Lemuria”, que no es ni más ni menos que el corazón del amor y la compasión y el corazón de la Madre Divina, el regreso a este planeta de la conciencia crística con toda su maravillosa magnificencia.
El mensaje que nos aporta es breve y sencillo. Sin embargo cuanto mas lo lee uno, mas entiende la belleza y la fuerza de la simplicidad del mensaje.
”Únicamente en ti ves y comprendes cuánto puedes dar a tu prójimo, de los dones del tesoro de lo más interno –lo que él es capaz de acoger, para crecer y madurar espiritualmente–. En ti, por tanto, ves y oyes qué cantidad puedes dar a tu prójimo, que además resulte provechosa para él.
Has de saber que cuando te hayas convertido en el SER, todo y todos estarán en ti. En ti y a través de ti verás, oirás, olerás, gustarás y tocarás, pues todo lo que lo externo alberga en sí, será la vida en ti.
Por eso, habita en ti; entonces en todo te verás también a ti, el Yo divino, porque tú serás el Yo divino, el SER, y todo será a su vez el Yo divino, el SER. Entonces verás la parte de tu Yo divino verdadero en el mineral, en el mundo vegetal, en el mundo animal y en los astros; y en ti, el que es puro, percibirás todo lo puro, como luz, como fuerza, como una parte de ti. Lo que ves en el exterior, tiene en el interior, igual que tú, luz y fuerza en sí; está por tanto como esencia en ti y por ello es una parte de ti.
Quien viva en esta consciencia noble, fina y pura, no destruirá intencionadamente ninguna forma externa de vida, porque entonces alteraría esta parte de vida en sí mismo y con ello se convertiría en el alterado que destruye todo aquello que cree no le sirve. Por esta externalización surgieron la guerra, el asesinato y la desunión.
Comprende, esto indica que lo que matas intencionadamente, hombres, animales o plantas, lo ensombreces en ti; alteras tu propia vida y sigues siendo el alterado, el hombre- ya que influye destructivamente sobre su entorno.
Tú ves el SER en todo únicamente en ti mismo. Por eso no necesitas mirar alrededor –tienes en ti mismo la visión que lo abarca todo.
Lo que hay en el Cielo, lo hay también en la Tierra –sólo que apartado de Dios–. La Ley, Dios, es amor desinteresado, impersonal; regala y se regala y da a cada cual por igual.
La ley de siembra y cosecha surgió por medio del amor propio, por medio del amor centrado en personas, que dice: el uno está más cerca de mí que el otro. Quien está más cerca recibe más –el otro recibe menos–. Este es el amor centrado en personas, el amor propio, el amor egoísta.
Lo que hay en el Cielo, lo hay de forma modificada en la Tierra. Por eso la Tierra, el Universo material y los planos de purificación, son sólo el espejo del eterno SER. La ley de siembra y cosecha hay que considerarla como imagen de reflejo.
El Cielo es el SER, lo puro, la ley que irradia todo traspasándolo, Dios. La ley de siembra y cosecha es el «ser» del hombre, que está formado por el «mío» y «para mí», que ha surgido y surge del yo inferior.
Lo puro es el SER, el Yo divino, el Yo Soy, la vida impersonal, la Ley, Dios. Los seres puros son lo puro, el Yo divino, el SER, lo impersonal, la Ley, Dios. Su sentir, sus palabras y su obrar son la Ley, Dios, el Yo divino, el SER, lo impersonal, lo puro. Ellos, la Ley –pues su cuerpo etérico es ley–, se sienten y hablan a sí mismos, lo puro, el SER, el Yo divino, lo impersonal, la Ley, Dios.
La ley de siembra y cosecha puede llamarse globalmente la ley de las cargas. Está formada por los muchos componentes del yo humano, que se convirtieron en la ley de yoidad de cada hombre específico. La ley de yoidad de cada individuo se compone de sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos contrarios a la ley divina. La ley de yoidad puede llamarse también ley de la persona, porque se refiere a la persona, que emite su yo y a su vez recibe el mismo potencial de emisión.
Quien ha creado su ley de la persona, vive en ella y, a través de su alma, la activa allí donde está grabada, en los astros. Tu prójimo no puede apropiarse de tu ley de yoidad, a no ser que cree algo igual o parecido mediante sensaciones, pensamientos, palabras y actos negativos iguales o parecidos.
Los seres puros se mueven en la ley eterna; hablan la ley y ellos mismos son la ley eterna.
Cada hombre cargado se mueve en su ley de yoidad, en su pequeño mundo, que ha creado con su yo, el «mío» y «para mí». El habla su pequeño mundo, aquello con lo que ha edificado su ley de yoidad; correspondientemente a ésta, se siente a sí mismo, se piensa a sí mismo, se habla a sí mismo y obra tal como siente, piensa y habla. Por tanto, él siente, piensa, habla y obra correspondientemente a su yo inferior, su «ser» inferior.
El yo humano, el yo inferior por tanto, no tiene ojos ni oídos ni sentidos para el prójimo, sino sólo para sí mismo.
El yo humano no halla acceso al Yo divino, a lo más sagrado, y por eso tampoco puede sentir, reconocer, penetrar con la mirada ni experimentar a su prójimo, porque en el hombre externalizado el altruismo aún no se ha desarrollado.
El yo humano, el yo inferior, no tiene nada en común con el Yo divino, con el Yo Soy que irradia traspasándolo todo.
El que es puro habla lo puro, la ley eterna, Dios. El impuro habla sus impurezas, su ley de yoidad, el yo inferior.
Por tanto, cada cual habla su yo: el que es puro, el Yo divino absoluto, el Yo Soy; el impuro, su yo inferior, su ego inferior, que sólo está centrado en la persona. “
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OLÁ, estou em tua lista face book. Também yo leio os Mestres Ascendidos. Parabenizo por este teu post.
ResponderEliminarCostumo ler as mensagens do Comando Estelar Metraton, conheces?
Abraço fraterno!