martes, 15 de enero de 2013
Aloysia Con El Rio - Bramdoro
Aloysia vió la espuma blanca sobre el rio, pero no le hizo mucho caso, siguió
lavando su ropa como era lo usual algunas tardes, en un caserío con nombre
de santo, perdido en las riberas del Ucayali. El agua estaba muy fría y hacía
bastante calor, se metió hasta la cintura a refrescarse cuando se dió cuenta
que la espuma blanca era distinta a la de su lavado, no era igual, era muy
blanca y tenía cierta luminosidad, le dirigió una mirada curiosa, siguió lavando.
Aloysia tenía 17 años, era una linda muchacha mestiza, de largos cabellos
negros y muy lisos, nutrida del rio desde que nació y del sol de la selva. La
pobreza de su familia, como la de la mayoría de pobladores del lugar, no le
impedía para nada estar casi siempre sonriente y contenta con todo, porque
era feliz realmente. Vivía con su madre , viuda y tres hermanos más. Su risa
era contagiosa y blanca como su alma, pura y sin malicia, pero que suspiraba
secretamente por un amor inexistente aún. Ella estaba enamorada del amor.
Mientras terminó de lavar se dio cuenta que la espuma la estaba rodeando en
el agua, entonces recogió la ropa y se fue a casa. Esa noche tuvo un sueño
bastante extraño donde había un hombre, a quien no podía ver bien, sólo como
una sombra, pero que le hablaba claramente y eran dulces palabras de amor,
que la dejaron muy emocionada y despertó sudando y feliz. Se levantó más
temprano de lo acostumbrado y prendió el fogón para hacer el desayuno a la
familia, que generalmente era pescado y plátano asados, muy deliciosos.
Pasaron un par de días y fue a lavar ropa , esta vez acompañada de su
hermana menor ,Verónica, de nueve años , las dos se refrescaron en las
aguas, antes de lavar ropa. Nuevamente la espuma extraña estaba cerca de
ella, pero a su hermana ni la tocó, estando tan cerca , Aloysa sentía cierta
tibieza entre sus piernas, terminando de lavar se regresaron a casa. Esa
noche, tuvo un sueño con el mismo hombre, a quien tampoco pudo distinguir
nada de su rostro otra vez y le dijo que su amor estaba próximo a consumarse.
Se quedó pensando mucho rato y se levantó a hacer el desayuno, su madre la
notó algo pálida y le preguntó si se sentía bien, ella disimuló lo mejor que pudo
y le inventó una excusa.
La próxima vez que fue a lavar, fue sola. La espuma vino automáticamente a
su encuentro y Aloysia sintió que la deseaba, entró al agua y espero con
ansias que la rodée, sin entender la razón, era como un impulso, abrió las
piernas debajo del agua, luego flotó de cara al cielo, en esa época era verano y
la corriente en aquella parte del río era mínima. Extasiada miraba la naturaleza
a su alrededor, como de una manera nueva y se sentía saludada por ella y sin
saber porque se sintió agradecida y feliz. Estuvo así mucho rato y poco a poco
emergió del ensueño, lavó rápidamente y regresó a casa. La noche la
esperaba con un sueño: vio ahora si al hombre totalmente , pero no le dijo
palabra alguna, sólo la miraba sonriendo tiernamente. Era un hombre joven,
muy guapo, de tez morena, como mestizo, vestido elegantemente con ropas
extrañas a ella. Tenía ojos profundamente negros, aunque con un extraño brillo
que ella no supo interpretar muy bien. Esa mañana se levantó más temprano
de lo acostumbrado, antes que el gallo empezara a cantar. Los días siguientes
que le tocaba lavar ya no vió la espuma. Pasó un tiempo y la madre notó a su
hija pálida y con el vientre algo hinchado, le preguntó si estaba embarazada y
con cual hombre del pueblo había estado, Aloysia negó todo, le dijo que nunca
había estado con ningún hombre y se puso a llorar. La madre fue a buscar
inmediatamente a Don Saulo, el ayahuasquero del pueblo, que a falta de
médico en el lugar, ejercía de tal, curando males del cuerpo como del alma.
Don Saulo era un shipibo de pelo muy negro, no muy alto de contextura
musculada y recio como un tronco, que aparentaba tener unos cuarenta años,
pero que fácilmente doblaba esa edad, era muy respetado en el pueblo y tenía
un vasto conocimiento de las plantas y sus propiedades .Siempre estaba
sonriendo , tenía una camisa que siempre estaba muy blanca, limpia y radiante
a pesar de parecer que era la única que poseía. Don Saulo le dijo a la madre
que iría a visitar a su hija en la noche y ver si tenía algún problema, pero no
iría “en persona” si no “viajando” con ayahuasca, y también al día siguiente ,
esta vez,personalmente.
Esa noche el sueño de la chica fue muy agitado, oía que la llamaban de lejos y
sentía un movimiento en su vientre, una tibieza, alguien estaba dentro y al
darse cuenta lloró de alegría, mientras soñaba que nadaba dentro del río y
visitaba una extraña y hermosa ciudad bajo el agua, lo cual le pareció increíble
aún dentro de su adormecimiento. Don Saulo la observaba desde arriba,
flotando, cerca del techo de hojas, aunque nadie se percató, ya todos
dormían, sólo el gato le maulló, cuando le vió a la escasa luz del lamparín de
querosene.
Por la mañana Don Saulo llegó a la casa y examinó a la chica, le tomó el
pulso, le dijo que era una linda chica y que un príncipe del agua estaba
enamorado de ella, le había hecho un hijo que estaba próximo a nacer, la
madre no entendió nada al principio después le explicó que lo mejor era
esperar el momento del alumbramiento que aproximadamente sería en un mes
, les contó que había visto al hombre en su mareación de ayahuasca, les
describió su aspecto medio humano y serpiente ante lo cual la madre se
horrorizó, pero Don Saulo la tranquilizó diciéndole que eran seres reales de la
naturaleza, igual que ellos. Les dijo que llegado el momento del parto el recién
nacido trataría de ir al río y escapar y había que impedirlo, pero , ¿porqué
escaparía?, ¿nacería serpiente?, esta y mil preguntas tenía Aloysia en su
cabeza y no sabía como responderlas. Don Saulo les dijo que volvería en un
mes y antes de irse le díó instrucciones a la madre para preparar la casa y
limpiarla con algunas hierbas que le dejó indicado.
Transcurrido el tiempo, que pasó sin mayor novedad, solamente el vientre de
Aloysia creció un poco más, llegó la noche y el ayahuasquero entró a la casa,
donde también estaban a parte de la madre , una tía, hermana del padre
fallecido, el hermano mayor de Aloysia llamado Manuel, que tenía dieciocho
años y un vecino, Don José. Todos se sentaron en el piso alrededor del lecho
donde estaba la chica que sudaba copiosamente, Don Saulo llegó con su
ayudante, un joven como de diecisiete años y se sentó en la cabecera de
Aloysia y prendió su cigarro mapacho, pidió silencio y sacó una botella de una
bolsa, repartió el amargo brebaje en un vaso de acuerdo a lo que podía
aguantar cada uno y empezó serenamente a cantar los mágicos hícaros,
llamando a la Madre del ayahuasca a que lo asista, como media hora después
los asistentes empezaron a sentir los efectos, serían como las ocho de la
noche y ya casi estaba todo a oscuras, alumbrada lejanamente la escena por el
alejado lamparín, después de tres horas, cada uno en su universo interno,
vigilados celosamente por Don Saulo, poco a poco los tranquilizó y llamó al
lugar diciéndoles que el momento del parto estaba muy cerca y que tenían que
estar alertas, acto seguido se puso a los pies de la joven y le abrió las piernas,
mientras ella sudaba a chorros y estaba asustada, de pronto un chorro de agua
con espuma blanca salió dentro de ella y esparció todo y después una forma
como serpiente pero de agua se escabulló antes de que pudieran atraparla,
sólo se escuchó a lo lejos un chapoteo en el río, mientras que los demás se
quedaban estupefactos, incluido Don Saulo. Aloysia gritó algo y se desmayó,
mientras su madre lloraba asustada, el ayahuasquero la confortó diciéndole
que sólo estaba dormida que necesitaba descansar y despidió a los demás,
mientras les dijo que tal vez era lo mejor que el hijo se haya escapado, le
aseguró a la madre que su hija estaba bien y que lo mejor era que continúe su
vida normal, dicho lo cual se fue , junto a su joven ayudante justo cuando las
primeras luces del nuevo día empezaban a iluminarlo todo.
Pasaron los años y Aloysia se recuperó muy bien, se casó con un hombre del
pueblo ,muy trabajador, tuvo dos hijos que también se casaron, aunque
secretamente siempre tenía presente a su amado del río, nunca más volvió a
comentar su anterior experiencia, pero aunque nunca llegó a amar a su
esposo, le tenía bastante cariño.
Una tarde Aloysia limpiaba su casa, donde tenía una pequeña bodega de
abarrotes que atendía mientras su marido iba a la chacra a trabajar, de pronto
tocaron la puerta, y era un joven forastero como de dieciocho años, muy
atractivo, que le preguntó si no lo reconocía, ante su sorpresa, le respondió que
nunca le había visto, sin embargo, al mirar sus ojos descubrió un extraño brillo
que había visto antes, aunque no pudo recordar donde. El joven era muy
educado y amable y conversó mucho rato con Aloysia, que tenía poca ocasión
de conversar con alguien forastero, luego se despidió y le dijo que volvería
visitarla otro día, lo cual sucedió muy pronto, ella le invitó a comer pescado
asado con platano cocinado que el comió con gran apetito ante la mirada de
ternura de ella y conversaron de generalidades. La siguiente visita el joven le
llevó pescado fresco para comer y sin más reparo le dijo que era su hijo y del
hombre del agua, aunque al principio Aloysia no le creyó, él le contó más cosas
y también acerca de su naturaleza acuática. Ella revivió cosas que pensó
enterradas para siempre, pero se emocionó mucho y en su sencillez pura de
mujer de la selva, le creyó inmediatamente, tuvo absoluta certeza de esa
verdad y se abrazaron, el joven le beso en la frente y le dijo que siempre había
querido conocerla, porque su padre siempre le había hablado de ella y seguía
enamorado de Aloysia, el padre fue quien le recomendó que vaya a buscarla.
El joven quiso conocer a sus hermanos y le dijo que regresaría en una semana
para comer todos juntos y se despidió en dirección al rio , cuando ya caía la
tarde y los hombres se aprestaban a regresar al hogar tras la jornada en la
chacra. Aloysia pensó mucho esa noche y durmió soñando con el hombre del
agua, después de muchos años que la miraba sonriente y le decía cuanto la
amaba y su hijo estaba al lado tendiéndole los brazos.
El día indicado llegó, era un domingo, Aloysia le dijo a la familia que el hijo de
una comadre estaba por venir de visita y que prepararían un magnífico
almuerzo, a lo cual ellos se alegraron, porque eran gente sencilla pero de
naturaleza bondadosa y amical. Cuando llegó el joven agradó inmediatamente
a todos con su conducta y encanto, comieron delicioso pescado y tomaron
aguardiente, empezaron a embriagarse, los hombres y contar historias, Aloysia
miraba feliz, aunque ella no tomaba licor, estaba contenta con la escena.
Llegando el atardecer el joven les dijo que tenía que retirarse ya que un bote
“peque peque” pasaría a recogerlo, ante lo cual los hermanos se negaron,
alegres como estaban por el licor de caña, cuando él quiso irse lo agarraron
riendo y diciéndole que no lo dejarían ir, el joven se asustó y forzando quiso
escapar, pero ellos solo reían y sujetaban mas, Aloysia no estaba , había ido al
río, de pronto el cuerpo del joven reventó en un chorro de agua espumosa que
bañó a todos sorprendiéndoles grandemente y casi quitándoles toda la
borrachera. El agua se reuníó rápidamente y se dirigió al río ante el asombro
de todos que se quedaron paralizados, pero luego reaccionaron y corrieron al
río , justo en el momento que vieron una serpiente como de agua, transparente,
echándose al río, mientras su madre miraba la orilla como adormecida. De
pronto se abríó un gran remolino en el río y salieron dos bufeos rosados,
colorados, y después un majestuoso hombre ya mayor, llamando a Aloysia que
sin hacerse de rogar entró al rio rápidamente y tomando al hombre de la mano
se sumergíó no volviendo a salir ninguno y quedando la superficie tan tranquila
como al principio. Cundió la alarma en el pueblo y todos salieron a buscar a la
mujer, pero ya no la vieron. Esa noche los dos hijos soñaron con su madre, la
vieron hermosa y joven como nunca, vestida majestuosamente, sentada al
lado del hombre del agua y del joven con el que habían tomado, ella les sonrió
dulcemente y les dijo que estaba donde pertenecía y que era muy feliz, como
siempre había deseado, que no se preocuparan por ella, también les aseguró
que siempre tendrían abundancia de pesca, como efectivamente pasó. Los
hijos y el esposo lloraron pero transcurrido el tiempo volvieron a la normalidad.
Don Saulo llegó tiempo después de sus retiros en la selva y aunque ya estaba
enterado del hecho, sólo le dijo a la familia que las cosas estaban en su orden
adecuado y que Aloysia era feliz.
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