miércoles, 27 de mayo de 2009

Novalis



El trovador va por ásperos senderos
su túnica se rasga entre zarzales,
ha de cruzar torrentes y pantanos
y nadie quiere tenderle la mano.

Solitario y sin rumbo, su corazón cansado
derrama el gran torrente de sus quejas;
apenas puede ya sostener el laúd
y un profundo dolor se apodera de él.

"Triste es la suerte que me dió el destino:
andar errante, no tener a nadie,
a todos llevar paz y diversión
y que nadie conmigo las comparta.
Por mí, sólo por mí, es por quién el hombre
se alegra de su vida y de su hacienda.
Y así,cuando me dan limosna escasa,
crece la súplica en mi corazón.

Indiferentes me dejan marchar
igual que ven pasar la primavera,
y ninguno por mi se inquietará
cuando, apenado,me aleje de ellos.
Ansían solamente la cosecha
y no saben que soy yo quien la ha sembrado;
yo puedo en un poema el cielo darles,
y ellos ni una oración rezan por mi.

Lleno de gratitud siento en mis labios
poderes mágicos: de mí no se separan.
¡Oh si se sintiera tambien en mi mano derecha
los lazos mágicos del amor!
Pero nadie se ocupa del menesteroso
que llegó hambriento de un país lejano.
¿Que corazón se apiadará de él
y le librará de su dolor profundo?

El cantor cae entre las altas hierbas
y se duerme con llanto en las mejillas,
pero, el Espíritu Divino de sus cantos
planea sobre él y le consuela:
"Olvida desde ahora tus dolores,
pronto te verás libre de tus cargas;
lo que en vano buscaste por las cuevas
lo encontrarás ahora en el palacio.

Cerca estás ya de la gran recompensa,
tu senda tortuosa terminará muy pronto;
tu corona de mirto va a ser una diadema,
la más fiel de las manos se posa sobre tí.
Un corazón sonoro está llamando
a convertirse en la gloria de un trono;
el poeta va subiendo las ásperas gradas,
el poeta se convierte en el hijo del rey".



(Del libro "Enrique de Ofterdingen", traducción de Eustaquio Barjau)

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